por Isabel Arrieta
Hace un par de años que caí en la esmaltemanía y por culpa de esto, tengo más de dos cajones llenos con esmaltes de uñas. Algunos de ellos, nuevecitos de paquete. Ni siquiera me he atrevido a sacar la calculadora y contar cuanta plata hay ahí. Capaz que termine con depresión.
Bueno, el tema es que hace dos meses me dije "Basta, ya" y comencé a usarlos, porque... para eso se compran, ¿no?
Con el uso -y abuso- de estas bellezas, he descubierto un montón de cosas interesantes sobre las marcas y los distintos subproductos que nos ayudan a tener unas manos de ensueño. Sin embargo, desde mi punto de vista, el más importante fue lo que descubrí esta semana: Precio NO es sinónimo de calidad.
Como todos los domingos, me hice la manicure para empezar de buena forma la semana. Normalmente uso esmaltes Pamela Grant, Essence, L.A. Color, Jordana, entre otros, los que aguantan mi trabajo de oficina y ocasionales labores del hogar.
Pero husmeando en mi cajón, reparé en una preciosura intacta: Sexy in the City, de China Glaze. Sin dudarlo, y entusiasmada por la belleza del color, me apliqué dos capas. Tras cerciorarme de que se secaran bien, me dormí.
Sin embargo, este miércoles descubrí que el esmalte se me ha saltado en varios dedos y, observando detenidamente, la cobertura del producto no es la mejor. ¿Decepcionada? Mucho. Si pagas alrededor de 5 mil pesos por un esmalte, lo mínimo que éste te debe asegurar es que dure más de dos días sin estropearse.
En conclusión, a veces es mejor quedarse con marcas menos famosas y económicas, pero que de verdad sirvan para lo que están hechas. Para mí, China Glaze tendrá que hacer méritos porque me llevé una pésima impresión de sus productos.
Imagen CC leleuzis